La Mamadre

La mujer a la derecha de esta imagen se llama Soledad, la esposa de mi padre y por consiguiente mi madrastra. Aunque esa palabra nunca me ha gustado, ya que de inmediato uno piensa en una bruja malvada que sólo quiere que sus hijastros desaparezcan de la faz de la tierra y quizás dentro de poco, el nuevo marido que se ha conseguido. Por supuesto, esta señora no es nada parecido, todo lo contrario, ella es una de las personas más agradables, inteligentes y cariñosas que me ha tocado conocer.

Supe de ella un tiempo después que mis padres se separaron. Con todo lo quisquilloso que soy, nunca pude notar una mala mirada o una mala actitud de parte de ella. Recuerdo que era muy entretenido visitar su casa, ya que siempre nos preparaba unos ricos panes de jamón con queso derretido y también nos enseñaba a mi y mi hermano algo de karate, creo. El punto es que ella siempre separó los problemas de mis padres y nunca nos hizo sentir como una amenaza o molestia cada vez que veíamos a nuestro papá.

Ella como buena dueña de casa y anfitriona, siempre se esmera en atenderme como un verdadero rey cada vez que visito su casa. Aunque en realidad parezco un niño pequeño (por allá me dicen "er niño") que va a Disneylandia por lo bien que me recibe junto a toda mi familia. He podido notar que es una mujer muy esforzada, trabajadora y que a pesar de todos sus problemas no ha perdido una gota de su jovialidad y alegría. Por cierto, ahora que soy mayor me es muy grato decir que con ella he establecido una excelente comunicación y también he podido conversar como si de una buena amiga se tratara.

Una vez le dije a mi papá lo muy orgulloso que estaba de todo lo que había podido lograr en su vida y como le torció la mano al destino para poder ser la persona que es ahora. Lo que nunca le pude decir, fue que, sin duda alguna, no lo podría haber logrado si no hubiera tenido el amor incondicional y la entereza de una gran mujer a su lado. La quiero mucho y le tengo un gran respeto por todo lo que es y ha sido conmigo. Siempre atenta, cariñosa y protectora no podría nunca llamarla madrastra. Esto es para ella:

"Oh dulce mamadre-

nunca pude decir madrastra-,

ahora mi boca tiembla para definirte,

porque apenas abrí el entendimiento

vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,

la santidad más útil: la del agua y la harina..."

Pablo Neruda.